Remenbranzas
Hoy he entrado en tu dormitorio vacío después del suceso. Al rozar la almohada, he percibido tu sonrisa, he escuchado el latir de tu corazón y he intuido tu cuerpo acurrucado entre las sabanas.
Tu mujer está triste, todos dicen que has muerto, pero yo no me lo creo. Ya no puedo abrazarte, ¡Lo sé! Pero sigues estando aquí, porque te siento.
Cuando levanta el alba, siento como si vinieras a despertarme, me tomas de la mano y mientras bebemos un café charlamos y nos reímos.
Mañana hemos quedado con tu mujer y un grupo de amigos. Allí te espero, seguro que me miras y riendo comentas ¡Cuidado con ésta muchacha! Que en cuanto nos descuidemos se planta en un escaparate, se escabulle entre la gente y la perdemos.
El sábado tenemos comida, iremos a aquel bonito pueblo en que los almendros se cubren de flores, y lo cruza una albufera, donde con pequeñas barquichuelas los hombres del pueblo faenan.
Entraremos a comer en ese restaurante que prepara la anguila cargada de ajos, yo me los comeré. Y a la vuelta todos querréis echarme del coche, que cubriré de risas y al volverte tu también te reirás como lo hacen los amigos cada vez que se encuentran.
Al llegar a vuestra casa un pollo frío nos espera, descorcharemos una botella de cava, y brindaremos por una amistad que nos hace sentir hermanos.
Al terminar la cena, mi marido y Mª Elena se retiraran cansados, pero nosotros tendremos que acabar la botella. En el patio retumbaran nuestras risas, y cuando con un dedo sobre tus labios intentaras que bajemos la voz, es cuando las carcajadas irrumpiran en el silencio de la noche, sin poder controlarlas.
Me falta tu presencia física, pero no te preocupes, pues conmigo recorrerás el mundo y tu llenaras mi alma de cielo, y juntos daremos vida a nuestra amistad en los sueños, porque mientras me quede un mínimo de aliento, estaremos en este mundo compartiendo.
Mª Ofelia
No hay comentarios:
Publicar un comentario