Hace ya muchos años ¡ pero muchos años ! sentí algo en mi garganta que me molestaba. Un buen nódulo entró en mi vida, y se instaló comodamente en ella, el nódulo era bueno, por lo que sin darme cuenta fué ganando terreno. Llegó un día en que empezó a crecer alegremente, al igual que mi cuello: ahí es donde yo tomo partido y recorro bastantes endocrinos, pero ¡ claro ! todos se empeñaban en cortarme el cuello " como si yo fuera una vulgar gallina " y yo pasaba del tema porque el nódulo era gordo pero bueno.
Un día me presentaron al doctor Picó, para mi el mejor endocrino, y sobre todo la mejor persona, que te oye, te respeta, hasta que poco a poco con explicaciones lógicas te lleva a su terreno sin tú darte cuenta. Cuatro años aproximadamente me dejó pensarlo, y así poco a poco yo me iba concienciando del tema. El problema vino cuando el nódulo se enamoró de mis tiroides, y ellas las muy pendonas se dejaron querer y formaron su nido de amor en mi cuello, la verdad que ya me estaba cansando de ellos y decidí operarme.
Me intervino la doctora Carrión, una gran cirujano con su equipo. Al abrir cual no sería su asombro al comprobar que de la unión del nódulo y las tiroides había surgido una gran mariposa; fué tal el asombro que hasta la hicieron fotos, y las guardaron, así ella pasará a la posteridad y yo me vuelvo a casa con un pequeño corte en el cuello.
Y así fueron los hechos, tal como os los he contado. Ahora cada una vive su vida pues ya nos han separado. Y este es el final del cuento y aquí se acaba la historia, en la que en ella intervienen; el nódulo, las tiroides, y una servidora.
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