Serpientes
Alberto
sintió un terrible dolor en la cabeza, intentó levantarse, pero su
pelo negro estaba atrapado en una roca que sobresalía del suelo. El
terreno era pedregoso, algunos matorrales rompían el paisaje, y en
medio de ellos una bicicleta parecía retorcerse. El manillar se
había incrustado en la tierra, mientras que las ruedas formaban un
amasijo de cables y llantas. La tarde caía, los árboles impedían
ver el cielo.
De pronto advirtió como una serpiente se arrastraba alcanzando su boca semi abierta. El temor unido a una gran repugnancia se apoderó de su estomago, causándole unas terribles nauseas. Con mano temblorosa cogió la serpiente y haciendo un gran esfuerzo la arrojó contra un árbol. El bicho le miró provocador, de su cabeza aplanada asomó una lengua bífida y sus ojos redondos se clavaron en los de él. Al tocar el suelo se escabulló entre la maleza y desapareció. Al moverse,Alberto descubrió que su cuerpo yacía sobre una colcha de sangre que escapaba de su cabeza.
De pronto advirtió como una serpiente se arrastraba alcanzando su boca semi abierta. El temor unido a una gran repugnancia se apoderó de su estomago, causándole unas terribles nauseas. Con mano temblorosa cogió la serpiente y haciendo un gran esfuerzo la arrojó contra un árbol. El bicho le miró provocador, de su cabeza aplanada asomó una lengua bífida y sus ojos redondos se clavaron en los de él. Al tocar el suelo se escabulló entre la maleza y desapareció. Al moverse,Alberto descubrió que su cuerpo yacía sobre una colcha de sangre que escapaba de su cabeza.
Su
mirada se perdió en el infinito, cerró los ojos intentando huir de
un mal sueño y se encontró sobre la alfombra roja de su casa.
Elena serpenteaba sobre su cuerpo, deslizando sus labios sobre los
de él. Intentó levantarse pero algo se lo impidió, y un sonido le
hizo mirar hacia un lateral del salón donde se alzaba un
perchero. Cada mueble descansaba en su lugar, aunque una mesa de
metal se encontraba tendida en el suelo. Las patas retorcidas
ocupaban un espacio en la habitación, cerca de donde su cuerpo
yacía.
El dolor en su cabeza no cesaba. Elena se levantó bruscamente y se escabulló sorteando los muebles. Le miró fijamente a los ojos,se cubrió la cara y desapareció tras el perchero. Alberto sintió una humedad bajo su nuca. Estaba confuso, las fuerzas cada vez le abandonaban más.
Abrió los ojos y en ese momento se encontró rodeado por un grupo de buitres que parecían estar esperando, lo rodeaban y sus miradas denotaban una avidez, que le asustaba y confundía , a veces se acercaban casi hasta rozarle, pero ante cualquier movimiento de su cuerpo retrocedían y simplemente esperaban. Se encontró perdido, ante una realidad que no lograba entender.
El dolor en su cabeza no cesaba. Elena se levantó bruscamente y se escabulló sorteando los muebles. Le miró fijamente a los ojos,se cubrió la cara y desapareció tras el perchero. Alberto sintió una humedad bajo su nuca. Estaba confuso, las fuerzas cada vez le abandonaban más.
Abrió los ojos y en ese momento se encontró rodeado por un grupo de buitres que parecían estar esperando, lo rodeaban y sus miradas denotaban una avidez, que le asustaba y confundía , a veces se acercaban casi hasta rozarle, pero ante cualquier movimiento de su cuerpo retrocedían y simplemente esperaban. Se encontró perdido, ante una realidad que no lograba entender.
La
vida se le escapaba, los parpados le pesaban y al cerrar los ojos
vio la cara de Elena junto a la de Fernando, su mejor amigo ,
denotaban un gesto de traición en sus miradas y una implacable
impaciencia. No podía entender lo que hablaban... Solo le miraban.
Las nauseas volvieron a aparecer. Las fuerzas le abandonaron. No
sentía nada.
Cayó
la noche y se hizo negro.
Mª Ofelia
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