Me acuerdo de como se deslizaba el cancán entre mis piernas el primer día que un muchacho me acompañaba al hotel donde iniciaba mi veraneo. Una especie de sudor recorría todo mi cuerpo, pero saqué la barita mágica dormida en mis pensamientos y me hizo reaccionar y considerar, que la forma más fácil era pararme, y tranquilamente mirar al muchacho y decirle abiertamente ¡Que tontería se me estaba cayendo! mientras mi mano hábilmente sacaba el dichoso cancán de entre mis piernas.
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